Con la red telefónica prácticamente fuera de servicio, la comunicación se produce a través de audios de Whatsapp. No han pasado ni 24 horas desde que seis bomberos del parque de Vitoria, voluntarios de la ONG Acción Norte, se sumasen a los operativos de rescate tras los devastadores terremotos de Turquía y Siria que han dejado ya más de 12.000 muertos. «El ambiente es impactante. La gente nos para por la calle llorando, te cuentan sus desgracias…», comparte el grupo, afectado por lo que están viviendo.
Estaban preparados para los escenarios más duros, las imágenes que rápidamente dieron la vuelta al mundo revelaban la magnitud de la catástrofe. Pero ‘in situ’ todo es más desolador. Iñigo Vergara, Julen Olivera, Roberto Ogeta, Eduardo Delgado y Héctor Pérez Vicario buscan sin descanso supervivientes en Adıyaman, una ciudad turca de más de 300.000 habitantes que ha quedado reducida a escombros. «Es impresionante la cantidad de edificios que hay derrumbados. El nivel de colapso es bestial», relata Juan Carlos Delgado, coordinador de este grupo, tras las primeras actuaciones.
El trabajo no está siendo sencillo. «De momento no hemos podido rescatar a nadie, porque en algunos casos nos hemos encontrado construcciones prácticamente sin huecos». Sin ese resquicio que abra la puerta a la esperanza de encontrar a alguien con vida. «Nos centramos en rescatar gente viva, no podemos perder minutos valiosos. Si no hay indicios de vida, no entramos», apuntan.
En el vídeo que enviaron y que acompaña esta información se les ve precisamente buscando algún superviviente en lo que antes era un edificio, ahora reducido a escombros. Otras construcciones de la zona que han conseguido mantenerse en pie, con más de cuatro pisos de altura, dan idea de lo que era todo antes. Otra imagen capturada durante esta primera jornada muestra a una pareja de bomberos agachados trabajando entre dos plantas que han quedado prácticamente pegadas en algo menos de un metro.
«No hemos dormido»
Al equipo, integrado también por bomberos de Valencia y Alicante, le acompañan perros especializados en rescate. Sus orientaciones valen oro en mitad del caos y un escenario ‘ciego’ en el que los cuerpos están enterrados en una torre de cascotes. «También nos ayudamos del método de gritar y escuchar». Ese alarido que ponga en marcha el trabajo para retirar todas esas rocas y abrir la vía de escape. «Es un día muy importante por las posibilidades que hay aún de conseguir gente con vida», comparten.
A la fatiga lógica de esta carrera contrarreloj por lograr salvar cuantas más vidas sea posible, se suma el agotamiento del viaje. Partieron el miércoles a las 18.00 horas desde Madrid. En un principio su destino iba a ser Adana, pero la devastación obligó a rediseñar la ruta y los medios. Una vez en el país, tuvieron que coger otro avión, este militar, para llegar a la zona cero. «Hemos ido directos a rescatar gente, sin dormir», compartían, antes de poner rumbo a un nuevo edificio derruido